Sin categoría
FESTIVAL RONDADORA 2019
En estas fechas en las que atravesamos lo más oscuro del invierno hay que recurrir a la evasión intelectual para acariciar unos granos de arena de una playa con el agua a 25 ºC. O para deslumbrarse con los rayos de sol que aparecen tras una montaña engalanada de verde primavera. Esta entrada os va a ayudar a poner la primera piedra del aún lejano bulevar veraniego, pues se trata de una crónica del Festival Rondadora del pasado año, así vamos ensalivando para lo que nos espera el 6 de junio del 2020.
Hace más de 7 meses que se celebró si, pero dejó imágenes ancladas a la retina. Muchas risas, niños correteando, tragos largos, nuevos amigos, estruendosos rockeros, desfasados trasnochadores… Y todo en un ambiente tan ecléctico como saludable. Lo pasamos muy bien y a todos los que vinisteis os agradecemos de corazón vuestra presencia.
Para los que no pudisteis venir, allá va la sucesión de hechos que se vivieron aquí.
LA PREVIA
Era el primer año que organizábamos semejante sarao, así que imaginad las semanas previas. Muchos eran los preparativos y demasiadas las tareas por hacer, así que tocaba currar. Mucha gente nos ayudó en los prolegómenos y poco a poco la terraza iba cogiendo color. Donde la inexperiencia ponía un obstáculo, la ilusión actuaba de martillo pilón. Mientras, las cervezas maduraban en los tanques esperando su liberación.
Conforme se acercaba la fecha mirábamos al cielo cual agricultor antes de cosechar, como una pareja de enamorados temerosa de que su boda se convierta en una atracción de Aquapark. Pero finalmente nuestros miedos se vieron disipados por un señor anticiclón. ¡Fiuuuu!
Llegó el día D. A primera hora nos afanábamos con los últimos detalles (ese cable suelto, ese cañero que no enfría, donde está mi uniforme oficial…) y comenzaban a llegar los primeros participantes de la Yincana. Equipos de toda procedencia y color se acercaban al recinto de la primera prueba, el Lanzamiento de Barril. Una prueba en la que esperábamos reclutar a posibles repartidores para la temporada de verano, por ello, el objetivo no era otro que lanzar el barril lo más lejos posible, sin importar la técnica utilizada. Desde el primer momento, quiebros, amagos, espirales, cabriolas y piruetas adornaban la vista del espectador, mientras que los alaridos infrahumanos de los lanzadores amenizaban su oído. La prueba alcanzaba su punto álgido cuando nuestro actual plusmarquista, el hercúleo Víctor Arnal, superaba los 10 metros en un prodigioso lanzamiento oda a la virilidad. Los dioses se postran de hinojos. Entretanto, el sol se acerca a la perpendicularidad y la sed hace aparición. Los grifos proyectan litros de cerveza helada en los vasos oficiales que pronto se vacían con generosidad en las castigadas gargantas. Y esto solo había hecho que empezar.
En la segunda prueba la fuerza bruta dejaba paso a la puntería. Una gran diana esperaba ansiosa que los globos de agua impactaran en su seno. Los concursantes marran los primeros lanzamientos, pero conforme avanza la prueba la precisión va en aumento. Pronto varios proyectiles impactan en el centro de la diana, casualmente cuando se colocan en ella rostros provocativos (o cualquier otra pieza de carne) desafiando el remojón. ¡La temperatura sube y nadie le hace ascos a una ruixada, oiga!.
Avanza el día y las necesidades biológicas con el. Va creciendo el número de asistentes que se agolpan en los puestos de comida. Al mismo tiempo, en el escenario resuenan los primeros acordes de las pruebas de sonido. Entre pizcas y libaciones discurre la prueba de los “bolos Keykeg”, que incluso interrumpe alguna lozana siestecilla. Es la última prueba de la yincana y al finalizar, los esforzados participantes se entregan definitivamente a otros menesteres más mundanos y menos competitivos.
Sin solución de continuidad, Francho Sarrablo y su banda despiertan al público con su inconfundible folk-rock “made in Sobrarbe”. Sus letras nos ponen la piel de gallina y nadie se resiste a corearlas. Como si de una fiesta micológica se tratara, los sombreros de paja aparecen como complemento preferente para combatir la implacable radiación solar. Al acabar la primera actuación se daba paso a la entrega de premios de la yincana. Imaginad los rostros de felicidad al recoger el vale para !100 litros de Rondadora!.
Los Bad Fathers no dejan parar al respetable, que lejos de perder fuerza, ruge ante cada temazo de los irresponsables sobrarbenses. Con Tim al mando, los clásicos del punk retumban en la Sierra Ferrera, provocando la locura en todo el recinto. Los más viejos murmuraban, “desde aquel Woodstock del 69 no se liaba una así
The Badfathers dejándose todo en el escenario.
La magia del atardecer se cernía poco a poco y los Kleejos tomaban el relevo. La banda zaragozana demostraba su exquisita técnica y oficio a un público que seguía “sin reblar”. Muchos de los asistentes aprovechaban el día para conocer nuevas recetas de Rondadora, como la Hazy Ipa y la Italian Grape Ale (IGA para los amigos).
Casi sin darnos cuenta, la noche a pasitos de acerca, pero en vez de una nana para dormir íbamos a recibir un trallazo del grupo juvenil Dios de Hormigón. Los atronadores sobrarbenses dinamitaban los tímpanos que aún quedaban intactos con sus . El mítico Cai arengaba a unas masas que, sedientas de sudor, sangre y cerveza, pedían más y más.
Tras la hecatombe sónica la gente seguía sin sueño, así que los versátiles “Pura Nata” tuvieron que emplearse a fondo con los que aguantaban el tirón. La combinación entre humor irrespetuoso y música de actualidad causaba sensación y nos llevaba casi sin darnos cuenta hasta la madrugada. La fiesta se acercaba a su final. Los cuerpos necesitaban descanso y tras una última reposición de líquidos y sólidos, las luces se apagaban.
Tras un merecido descanso nos poníamos a la obra para organizar el festival del 2020, del que muy pronto tendréis novedades frescas. Nuevas pruebas en la yincana, nuevas batutas en la oferta musical… Y nuevas cervezas, claro que si. Mientras estéis allí, no habrá final.
Comments are closed
Últimos comentarios